Carmine empezó a sospechar que aquel sería un mal día cuando después de desnudarse se metió en la tina, el agua estaba tibia y le parecía un alivio para sus adoloridos músculos.
Sumergió la cabeza casi por completo y luego de algunos segundos volvió a salir a la superficie boqueando.
Trató de calmarse, pero estaba al borde de una crisis histérica.
Sentía tantas cosas inclasificables, de forma automática tomó la esponja enjabonada y la restregó frenéticamente por la piel que iba adquiriendo un tono rojo intenso.
De repente se sobresaltó, creyó oír un ruido sordo en la habitación contigua, aguzó los oídos y se quedó inmóvil, sin poder ni siquiera respirar.
Esta atrapada por el pánico, volvían las imágenes de la noche anterior a reptar hasta su fragilizada mente.
¿Estaba muerto?
¿Realmente lo estaba?
Suspiró hondamente y alargó lentamente el brazo, cogió la toalla y se puso de pie.
Estuvo contemplando su imagen en el espejo, tenía una ceja partida y algo hinchada, fuera de eso, el único rastro de violencia era el que sentía en el dolor del cuerpo, en las vísceras, en la mismísima alma.
Tomó un frasco de Valium del botiquín, se tragó una píldora y se quedó mirando al espejo.
Dios- murmuró para sí misma y cuando sus ojos empezaron a desbordarse en lágrimas volvió a vivir el terror.
En la oscuridad de la habitación una mano tiraba furiosamente de las mantas, la tomaba del pelo, la arrastraba hasta un rincón. Sentía los golpes, sentía como le arrancaba la ropa, ella trataba desesperadamente de defenderse, era inútil solo había oscuridad y un ser que olía a acritud, que respiraba agitadamente, que ansiaba destrozarla.
De una cosa Carmine estaba segura, la muerte rápida podría ser más dulce.
En un impulso, sin darse cuenta de sus actos, asió el velador que tenía a mano y lo reventó contra la cabeza de aquel agresor invisible.
Inhaló, exhaló… recordó las clases de yoga, siguió mirándose al espejo, esta vez algo muy parecido a una media sonrisa se dibujó en su rostro.
Leo, Leo…te dije que habíamos terminado- canturreaba ella mientras bajaba los peldaños de la escalera.
Envuelta en la toalla fue hasta la cocina, abrió el refrigerador y tomó una botella pequeña de cerveza, la destapó y se dispuso a beberla.
Apoyada contra la ventana miraba como unas flores violetas muy pequeñas iban cayendo lentamente sobre el césped del patio.
Primavera-pensó Carmine.
¿Qué has dicho?-Gritó ella al vacío de la estancia.
Fue hasta el freezer y levantó la tapa de aquel cubículo, miró adentro unos minutos.
Brazos, piernas y otros miembros ahora eran un bulto raro y el hielo había formado una costra blancuzca sobre él.
Perdón Leo, no te escucho- dijo-Una risa histriónica se esparció por toda la casa.