domingo, 1 de noviembre de 2009

“Deseos de cosas sanas”

En el exacto momento en el que sus ojos fueron adquiriendo el color de la duermevela me sorprendí con náuseas apreciando la fina hebra de luz que traspasaba la rendija de la puerta y se posaba en su pecho.
Más una noche, como otra de las tantas en el que excedidos de todos los excesos posibles rendimos culto prolijo a la lujuria.
Detesto sentirlo así, respirando entrecortadamente a mi lado, calentando mi ya recalentado lecho. Detesto tener que cambiar las sábanas cada vez que él se marcha hacia vaya a saber Dios donde. Detesto todo esto.
Hace calor afuera, el cielo habrá despuntando su aurora, pronto los ruidos de la ciudad van a colarse por las persianas, pronto se irá- me repito mentalmente como quien recuerda un trabalenguas.
Como me pone de mal humor este ser, como me fastidia la existencia, aquí durmiendo a mi lado como un bastardo.
Que ganas de abrirle las vísceras y dejar que sangre hasta la muerte.
Que ganas de partirle el hocico a martillazos…que ganas…
-¿Duermes corazón?
No cielo, aquí estoy pensando…en cómo voy a extrañarte cuando te vayas.
-Pero volveré corazón, ya lo sabes…
Si…ya lo sé.
(Apreté dulcemente el cuchillo debajo de la almohada, pronto volvería)