Deambular por el parque nocturno (ojos y ojos se posan sobre otros ojos desprevenidos).
Estancados en un callejón donde en la oscuridad brillan navajas anónimas.
(¡Ay! Angustia y desesperación tomando el mismo taxi a las tres.)
Volver el cuello y sentir el escalofrío de no ver a nadie, sin embargo, presentirlo.
Sentir crujir las ramas de los árboles bajo nuestros pies (noche de vientos que susurran de forma fantasmagórica).
Una mano crispada, la otra cubriendo el rostro, dos cuerpos que no se reconocen entre tantas tinieblas.
¡Horror! En la yugular sentir el nylon de la muerte, la última bocanada de aire, ver las estrellas algo borrosas confundidas entre los árboles (¿acaso como árboles encendidos?).