viernes, 30 de septiembre de 2011

“Discípulas”


Cristiano entró a la iglesia jadeante, entre los últimos bancos se acomodó como pudo. (Allí no lo encontrarían tan fácilmente)
Cerró los ojos e inspiró el aroma tenue del incienso quemándose (más una vez, solo tú y yo Señor, no me dejes verlas, no me dejes verlas, amén)
Intentó no mirar a los costados, sabía que estarían por ahí, en cualquier momento las pequeñas criaturas descarriadas poblarían el recinto sagrado.
(Ellas, siempre tan inapropiadas, con esos pequeños bustos incipientes y esos labios como cerezas, pequeñas diablitas dispuestas a seducirme, no cederé Señor, no cederé a la tentación, amén)
Sudaba, temblaba, absorbido en la tarea de juntar las manos, tratar de no pensar en “Ellas”.
Las campanas de la iglesia anunciaban la misa de las 7:00 hs.
Pronto sería demasiado tarde, demasiado tarde para arrepentirse.
(No cederé otra vez, no cederé Señor, no permitas que ellas vuelvan a embrujarme, no dejes que vuelva a probar esas carnes blandas, esa sangre tibia)
Poco a poco un corro de niñas iban empujándose al entrar, torpemente llegando hasta Cristiano, sacándolo de su estupor.
-¡Profesor!- dijo una pelirroja pecosa y le tendió la manita alcanzándole un chupetín- ¿Empezaremos pronto la catequesis?
Cristiano sonrió (Demasiado tarde, demasiado tarde Señor)