martes, 11 de mayo de 2021

Cuento en estado crítico.

 «Lo que le costaba entender era que yo era algo Lunar.»

Repasó el poema una vez más,mientras se trepaba al caño que unía la barandilla.

Aguzó el oído, lo pudo oír arrastrando los pies por el pasillo.

Crispó los labios, en los bolsillos una moneda le recordaba que aún estaba allí,fría,metálica y obvia.

-Nunca te dije,fijáte que eras algo parecido a la no-materia,que solía soñarte en cosas bizarras,en realidad nunca te dije muchas cosas desde que nos conocimos,en cada noche que venías a espiarme desde la ventana y fingía no darme cuenta.

Nunca fui lo que esperaste,sólo un alma cansada.

Cuando terminó el coloquio,los ojos clavados en el hueco oscuro del jardín, él se acercó. La sintió temblar mientras tomaba con sus manos aquél cabello en cascada.

Buscó el cuello, la sangre fluía frenéticamente, acercó los labios y murmuró al oído : Tienes suerte,aún no es tu noche.

La mano buscó la moneda,

La moneda clavada en la frente.

La frente ardiendo...

La moneda de plata rebotando en el piso,dejando ver en su cara una cruz.

Ella sólo sabía que era algo lunar.


viernes, 24 de abril de 2020

Infectado.

Temblaban las piernas, el vientre vibrava. Lo presionó más fuerte al atravesar la sábana y encajarse entre sus rodillas,jadeando,en éxtasis.
Un día Ariadna, te vas a cansar de ser tan simples- le decía él.
Se hacía un ovillo y se ponía a roncar.
Pero ya no lo percibía, a nadie en realidad.Todo lo que sentía era el sopor eterno, el aburrimiento de estar viva, de cosas que se iban acumulando como sarro en los dientes.
No puedes quejarte de lo que te doy, no eres la gran cosa- decía con sorna.
Ella solo suspiraba y se acomodaba en el colchón, buscando lado, en donde él no la irritara más.
Aquella madrugada podría ser una a más, pero necesitaba que no lo fuera, por un momento quisiera sentir que si se proponía eso ya no le doleria, que por una vez algo podría tener sentido. Él era esa parte infectada de su vida que nesecitaba esterilizar.

Un lapsus Freudiano!
Por un fracción de segundos olvidó donde estaba,que estaba haciendo.
Tomó un cigarrillo de la mesita contigua,lo aspiró como si fuera el último,no lo encendió( dejaré de fumar! Se aseguró mentalmente)
 Había algo que el tiempo no podía corromper:tenacidad, la capacidad de sobrevivir a todas y cada una de las situaciones horrorosas a las que le tocó vivir.
Se preguntó que era estar viva?
Que cosas la llevaron allí otra vez?
Tomó una libreta de su bolso y anotó un par de cosas antes de vestirse.
Recorrió la habitación con la vista cansada. Se posó sobre el rostro violáceo y sin vida que descansaba entre las sábanas con una cinta de seda enredada al cuello. Uno más- suspiró-prometo que éste será el último madre,lo prometo!- dijo con una voz infantil y apagada.






jueves, 23 de abril de 2020

Lastimero

Está mal pensar en eso?
-Le/me pregunté.
No quiero morir y que nadie sepa las cosas extraordinarias que se enredan en mi cabeza- Siento como una lágrima tibia se niega a permanecer dentro del cuenco lagrimal. La odio, odio lágrima,recuerdo sabor esponjoso vainilla que cubre la habitación.
A veces creo que solo vos podés mirarme desnuda en letras chuecas.
Pero es una suerte de avaricia,
Me gusta pensar que las inflexiones en mi voz son las agujas de pino,espejo y atardecer de las tuyas. Muchas veces nos confundimos- me dijo. Haciendo una gesto vago, estirado en su hamaca de hilo.
Siempre detesté en verdusco crepitar de sus pupilas cuando achinaba los ojos, suspirando( ya te dije que odio esa música, no la repitas,no la vuelvas a remasterizar,no lo hagas)
Ahora todo se volvió eco,las paredes retumban el chasquido de tu lengua, siento que tengo que volver a sentarme, respirar lentamente. Esto de clasificar esquelas perdidas en la mente me tiene cansada.
Mejor deberías permancer muerto más un poco.


miércoles, 26 de octubre de 2016

Pesadilla en octubre

Piensa Ana,piensa! Se repetía una y mil veces.
Respiraba con dificultad y la mordaza no ayudaba mucho. A lo lejos un radio transmisor sonaba funestamente una melodía de los 40 o 50, no sabría distinguirla con seguridad.
-Debe de haber alguien más,tiene que haberlo,se decía mientras un punzar agudo en el costado le indicaba sin dudas una costilla rota. Sintió el olor a moho invadirle los pulmones, luego nada, la oscuridad.
Cuando conocí a Magno me pareció simpático, uno de esos seres bonachones y sin problemas,de los que era tan fácil adaptarse, reía con tanta frescura que contagiaba.
Nuestra primera cita fue una mezcla de diversas formas de pasar bien, reímos,bailamos y hasta cantamos. Que lindo es sentirse así.
Ana anotaba con letras floreadas en su diario de cabecera, le gustaba tomar nota de sus actividades y sobre todo de sus sentimientos.
Estoy en duda-anotó unos días después, hay algo que no me cierra con respecto al carácter de el. Me escribió un par de cosas muy hirientes, supongo que estaba alterado.
Tengo miedo Charli,si llegas a encontrar este diario quiero que sepas que contacté con la novia antigua de él. Quedamos en reunirnos para hablar. Coincide que también me citó el, en el viejo cine,iré claro,no quiero enfadarlo.
Finalmente ella decidió enfrentarse a él,decirle que no le gustaba el rumbo que estaba tomando todo ese asunto.
cuando llegó al encuentro sentía que algo no iba bien.
Cuántas veces te lo pedí Ana?
su voz sonaba apagada,ella podía oírlo vagamente, sin embargo podía olerlo de forma molesta, un olor agridulce que despedía su fornido cuerpo.
Magno jadeaba, la golpiza que le propinara a Ana lo había dejado exhausto,ahora la tenía allí, amordazada y tirada en el piso. Eso lo excitaba,sus sentimientos de superioridad lo mantenía en calma Amaba esa sensación de ser el dueño de la situación.
Por que lo haces? Le preguntaba ella entre dientes. El solo reía.
Mátame de una buena vez-rezaba Ana en su mente.
El se acercó lentamente. El vapor de su aliento trémulo empaño los vidrios de sus lentes, Ana podía sentir su aliento pestilente.
Sabes por que lo hago querida? - gruñó, Por que puedo!
Un estampido seco sonó en la habitación. Todo se detuvo en un segundo eterno.
El hacha de Charli,atravesó el cráneo de Magno de una manera limpia.
Te dije que no me gustaba,le dijo a Ana ,su amiga del alma,su amor eterno y una sonrisa hostil quedó en el rostro de aquel ser de casi 2 metros.
El único redentor que jamás conocería.


sábado, 19 de octubre de 2013

(...)

Se dice que el Diablo está en los detalles.
Y es fácil reconocerlo.
Me quiero ir de acá, te digo a ver si me hacés caso, quiero que dejes el manual de supervivencia práctica y me escuches al menos.
La cabeza da vueltas, confundiendo cosas, fechas, nombres.
Esto hace rato, me despierto por las mañanas pensando que no despertaré más, que todo va volver a desaparecer conmigo, con las cefaleas y los vértigos.
Pero no va ser así, va a llegar otro día, otro agujero negro, nostalgias pasadas y rencores no resueltos.
Probablemente vas a fingir que lo  escuchaste, vas a levantar las cejas por una fracción de segundos, vas a suspirar. Te lo estoy diciendo en serio y vos ahí lustrando por millonésima vez tus botas, que tanto mezquinas.
¿Sabés que me molesta? Esa pasividad, es como que no te das el lujo de sufrir, no sé si por puro pragmatismo.
Deberías desprenderte de ese aire solemne que te acompaña en tardes así como esta, cuando fumas distraídamente mientras escribes y tomas café, borroneas algo, lo vuelves a escribir. Manía de rituales la tuya.
Creo que bajaste de peso, no mucho, pero sé por qué, son estas palpitaciones y el insomnio. Cuando venga tu hermana deberías contarle.
Ella que tanto se preocupa contigo, pobre, si supiera lo que me pasa se pondría nerviosa, lo reconocería en las aletas de su nariz.
Pero ella tiene sus prioridades y su vida ordenada, no como nosotros, tan sin horarios.
(Todos en algún momento desangramos sentimientos como arterias y nos acobijamos dentro de una sutura mal hecha. Tarde o temprano)
Ya me oíste, el viejo discurso de siempre, pero me estás evitando, seguro que vas a poner  música o llamar a algún amigo a que te acompañe. No te gusta pasar por lo mismo en soledad, sé lo que es.
También sé que aunque te duela, lo que te digo es verdad, vos también querés que me vaya, al menos un rato.
Luego vendrá la rutina, cuentas que pagar, las malas compañías que tanto te gustan. Al menos eso te va distraer.
Yo te espero, si lo hago, te espero porque tarde o temprano volvemos a encontrarnos, vos fingís que yo no soy yo.
(Pero en realidad lo que más bien fingís es que yo no soy vos)

Este monstruo.

martes, 4 de junio de 2013

“Juguetes perdidos y otras proyecciones”

*El ansía, lo quiere, lo impone…

¿Cómo entender de manera coherente aquello que deseas?
¿Cómo hacerlo sin perder la perspectiva? ¿La cordura?
Sos de esos que no se conforman con un “no”, lo sé, al menos eso de tu carácter siempre lo tuve claro.
Con toda esa pompa que te rodea, tanto delirio de superioridad fútil, digo fútil porque quizás no vea la necesidad que tienes de estar por sobre los otros intelectos, o al menos es lo que te motiva a portarte de tal manera.
Y eso que dentro de los parámetros normales de belleza estás en el promedio, desde mi punto de vista (no que eso sea de ayuda)
Lo cómico es que nunca me puse a analizarlo, es que mi casi nulo interés sexual para con vos jamás lo permitió.
Para mí siempre serás ese que me contaba sus sueños absurdos o el mismo con el que salía a recorrer los caminos de tierra en noches sin testigos, sin lunas, noches en las que nos gustaba oírnos mutuamente.
Ahora hay una especie de manto viscoso que nos separa, (ósmosis aborrecible)
Es como que de vos solo me restara esa cáscara, ese vos sin vos, no sé si fue el campo o algo en él que te dejó así.
 Fumas así colgado en ese paralelo donde no te alcanzo y tus ojos flotan en el infinito. No entiendo en que momento te perdiste en ese mundo de atrocidades, en donde solo consigues complacer a tu soberbia.
Pero no te  importa, o parece no hacerlo, el hecho de que a mí me duela verte, oírte…
Estar en el mismo recinto, juntos.


*Los pinos

Nunca había oído a los pinos silbar, quizás nunca estuve tan expuesto al aire libre o simplemente nunca me percaté de su presencia allí en lo alto.
Entrecierro un ojo y miro al cielo; las agujas marrón/verduzcas se entrechocan,
Cantan su melodía de viento.
Una vez me dijiste que los campos son solitarios cuando te sientes solo.
Ayer te traje aquí; la casa, el perro, el campo, todo te parece, ¿sabés?
A veces hay cosas en mi recuerdo que me confunden, como cuando dijiste que ya no me querías, ¿Por qué dirías algo así?
¿A quién acaso más que a mí podrías querer?
No quiero pensar en eso, los pinos silban y perfuman el mediodía frío del campo.
Siempre fuiste hermosa y siempre te amé, tus gestos, tu intelecto suspicaz.
 –Mi versión mejorada- te decía y reíamos.
Solo que… tuve que dejarte, apartarme de vos para no envolverte en esta trama horrorosa  que me fui tejiendo, que me fue asfixiando.
A vos te parece que estoy más snob, pero no es eso, nunca lo fue.
Pero no puedo, no debo exponerte a esto, esto que me está sacando de a poco la razón.
El campo es un lugar cruel para un hombre atormentado, prisionero de su propia mente.


 *No se vieron venir

-No me gusta verte llorar.
-No deberías haberme traído…el perro se impacienta cuando discutimos.
-¿Todavía crees que no me entiendes, verdad?
-No sé qué respuesta quieres, ya es tarde, está oscureciendo, deberíamos volver a la ciudad.

La ciudad ya no me contiene- susurró él, mientras entre las sombras de los muebles fue moviéndose lentamente, enredando la cuerda de nylon con sus manos temblorosas. 

lunes, 5 de noviembre de 2012

"Enclaustro"


 Sarah se miró al espejo, contemplándose se sentía algo perdida.
No sabía si seguía siendo ella, había pasado tanto tiempo.
L0s sonidos en el piso de arriba le llegaban amortiguados, difusos.
Arañó la pared desconchada, se dispuso a masticar un puñado de ladrillos (aquello la tranquilizaba)
La humedad de la estancia había provocado una suerte de moho en sus vestiduras, tenía las rodillas lastimadas y en los pocos lugares que aún no se había arrancado el cabello resaltaban unas mechas rojizas, ralas.
El sótano que alguna vez le había servido de escondite, ahora era su morada y al recordarlo perdía su mente en una especie de sueño, algo que despierta no recordaba.
Tomó de vuelta la escopeta, se sentó en la mecedora, sabía que aún le sobraban insumos para un tiempo, pero lo que no sabía era ¿hasta cuándo tendría que esperar?
En ese instante el picaporte de la puesta hizo un sonido seco. Estremeció-se, el horror le subió con una oleada de frío por todo el delgado cuerpo.
Ahora lo que le separaba del mundo afuera, el mundo del que ella había huido era esa puerta.
Sabía que lo que sea que quisiera atravesar allí no estaba vivo, no más.

miércoles, 1 de agosto de 2012

“Presagio de Agosto”


Era un primero de agosto, lo recuerdo puesto que todos los primeros de agosto suelen ser iguales. Había un ventarrón extraño, de esos que vienen del Norte y hacen ulular pequeños sacos plásticos en los baldíos.
No recuerdo si había luna, o la recuerdo en partes, recortada entre el los bloques de los edificios. Lo que con claridad se quedó en mi memoria fue el olor; si, la noche olía a tierra roja mojándose, quizás por el viento o la nostalgia, ¿Quién sabe?
Estaba cansado, el día había sido largo, caminaba por entre los callejones oscuros arrastrando los pies pesadamente, en cada esquina un guardia nocturno aparecía detrás del pequeño fulgor de su cigarro (podía oír la estática de sus radios zumbando bajito)
Doblé como de costumbre en la última cuadra, decidido a llegar a casa antes de que se desatara la tormenta, los arboles silbaban su melodía de hojas entrechocadas, yo solo pensaba en llegar.
Algo en ese mismo momento ocurrió, para conmoción mía, no sabría realmente calificar el evento, no hay palabras que se ajusten a lo que pude presenciar.
Intentaré explicarlo diciendo que “ella” surgió de la nada, había en sus ojos tanta tristeza que no pude más que atinar a mirarla detenidamente.
Me sonrió, como suelen hacerlo las mujeres cuando saben que su tiempo ha pasado y que solo les resta aquel instante (lo sé porque eh conocido a la mujer que la muerte un día me arrebató)
De su aspecto nada puedo invocar a no ser su belleza melancólica y su mechero de plata brillando en la oscura esquina que mis ojos prepararon para que sea suya.

Lo digo así, lo digo distendidamente, es la única manera que tengo de no perder el juicio, dado que desde aquí no hay mucho que pueda hacer para cambiar lo que ocurrió.
(Sé que algo en ella hizo que volviera a verla, a “ella”, la otra)
Y Ahora la miro en mi cama, parece dormida, como parecía la otra, pero sé que no duerme…no duerme.
Es por eso que yo ya no lucho en contra, siempre que lo hago pierdo.
Por más que mis deseos sean intensos y por más que intente aferrarme a ellos, siempre pierdo.
No son solo mis herramientas de trabajo las que me traicionan, no.
Estoy convencido de que son mis propias manos, sí, ¡las mías! las que tejen esta trama grotesca confabuladas con “ella” a la que nunca puedo vencer.
Siempre termino derrotado, “La Muerte” es una tramposa, al final siempre me arranca a todas aquellas a las que decido amar, siempre cada primero de agosto.

lunes, 16 de julio de 2012

"Os cafés da zona"


Ela olhou para o bule e achou engraçado,
Ninguém começava um conto com a frase
“Em un café perto da favela”.
Os cafés sempre eram em Paris.
Recolheu a xícara e chorou amargamente.
A barriga incomodava um pouco,
Mas logo na vertigem das pílulas tomadas esqueceriam.
Decidiu-se em acreditar no que o futuro
Lhe trouxesse na borra daquele maldito café brasileiro.
A xícara espatifou-se no chão.

martes, 5 de junio de 2012

“La noche del último día del último invierno”


Miro; este infinito cielo que nos cubre (irónicamente nunca lo había visto así)
Hace frío y el vino desciende lentamente hasta nuestras conciencias, nos abriga.
(¡Pavor! mi piel entera lo siente)
El pastizal brilla con esa incandescencia que le da el invierno, la tierra bajo mis pies en cada impulso que tomo para volver a columpiarme  va haciéndose más viscosa.
A mi lado siento que también te deslizas, te columpias, ríes. Todo eso lo haces de manera aleatoria, sé que tu cuerpo está allí, pulsando, lleno de espantos, eres tan joven, frágil - me digo- tus pies en la misma tierra húmeda que está susténtanos/es de noche y todo vibra en un tono que no alcanzo a distinguir (tanto es el terror)
Rio también, es justo –supongo- quizás porque esta noche no me la esperaba, no así, no con tanto horror de por medio.
A lo lejos las sirenas suenan, repetitivamente (esa fúnebre melodía)
Otras parejas también buscaron abrigo en este parque (al cabo que somos predecibles en materia de “últimos instantes”)
¿Ya es tarde? Quiero que lo sea, es absolutamente necesario que sea lo suficientemente tarde para olvidarnos  de todo/s  lo/s  que dejamos atrás.
Sabemos (o tratamos de hacerlo) que vendrán, no nos dejarán aquí… solo de pensarlo, la desesperación entorpece mis sentidos.
Fumo un cigarrillo mientras te doy un beso- por las dudas-no sea cosa que nos encuentren desprevenidos, sin habernos al menos dicho las cosas patéticas que se dicen los que se quieren cuando son conscientes de que aquel es el último instante, el último vaso, el último tacto.
Mi respiración va agitándose, mientras trato de concentrarme solo en tu rostro pálido y perfecto, trato de hacerlo pero veo como tus pupilas dilatadas me exigen una respuesta, una respuesta que no tengo yo, no la tiene nadie…
El parque entero parece llorar con nosotros, sus lúgubres faroles de anoréxicas luces, sus pastizales enfermizos. Las parejas (algunos con niños) son bultos horripilantes en las penumbras, entre destartalados columpios y fuentes mohosas.
*Recuerdo que una vez me preguntaste como lucirían “Ellos” y reímos hasta desternillarnos ¿que sabíamos entonces? ¿Que sabemos ahora?
No importa-me digo mientras busco tu mano tibia, estas tiritando, no es el frio, lo sé.
Te doy una caricia tímida sobre las mejillas,  luego te vuelvo a besar, lo hago desesperadamente, correspondes con la misma necesidad de no apartarme, de creer que es lo único que puedes hacer ahora que sabemos nuestros destinos.
*A lo lejos un niño grita, un largo y espantoso grito, que no se puede, no se debe describir.
Vienen-me dices susurrando, tan cerca tus labios que puedo sentir sus jadeos disimulados, clavo las uñas en tus muslos mientras lloro, primero bajo luego desconsoladamente y te ciño a mi cuerpo.
La última cosa que veo son las sombras, esas largas y finas sombras que van rodeando el parque, luego solo la luz, la luz que todo extingue.

viernes, 6 de abril de 2012

"Celestiales"


Masticó despacio; aquellos confites le parecían familiares.
El platito con los glaseados ahora vacío, miró tristemente.
(Recordó tener no más de 7 años, la torta pomposa, los mismos confites)
Resopló, estaba aburrido, dos horas en la misma confitería aguardando.
Oteo de reojo, la chica/jersey azul se recostaba de forma felina contra el mostrador de magdalenas y bizcochos, le regaló un guiño.
 Irritado, levantó el periódico para resguardarse de aquella criatura del demonio.
Apretó los dedos de la mano en el bolsillo, el metal frió lo apaciguó.
Sonó la campana de la puerta, al abrirse; aquella visión celestial se materializó ante sus ojos.
Era lo que había estado esperando tan impacientemente.
Arrugó un par de billetes y los dejó sobre la mesa, torpemente se puso de pie, dirigiéndose al lavado.
El agua en la cara lo refrescó, se miró al espejo, con los labios temblando.
-No lo harás- se dijo firmemente.
La madre/jersey azul  de la criatura celestial salió del mostrador a recibirla,
Le arregló los rulos y le dio un par de bizcochos para el camino.
La niña/imagen celestial salió de la tienda dando saltitos.
En la plaza cercana Cristiano cubría su rostro cedrino con el periódico mientras apreciaba aquella imagen celestial, apretando fuertemente su rosario con la otra mano.

"El último inmortal"


Él lo veía venir, desde lo más profundo de sus huesos.
La apatía que se había instalado en su estructura molecular era antiquísima,
Más que su propia inmortalidad.
Le sorprendió no sentir antipatía al mirar por la ventana donde bultos oscuros preñaban el cielo anunciando tormenta.
No dejaría que aquella ataraxia dictaminara su humor-Pensó ceñudo.
Aunque sospechase que era exactamente eso lo que le irritaba de sobremanera.
Le afectaba el hecho de no poder salir de aquel estupor, el ignorar.
¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo? Se preguntaba retóricamente, absurdamente.
La vida, su vida, tan infinita como la propia muerte que nunca llegaría.

"De las carnes"

Al atardecer, con los pies descalzos sobre las frías baldosas Melina sentía un entumecimiento consabido en su cuerpo delgado.
Las náuseas habían empezado unos días atrás.
 Desde entonces volvió a revivir cada instante del horror, como autoflagelo.
Todas las madrugadas eran una, la misma en que su pelvis estrujada contra la pared de ladrillos ásperos, la misma en que el gusto de formol en su mordaza.
 Trastornos, el descubrimiento de ese  “algo”.
Melina desvelada aguardando aquellos ángeles de tiza que en sus dorados barcos la salvarán más allá de esa fuente de dolor, más allá de ese amor.
Toma el frasco y se dirige al lavado.
Vuelve a la cama y duerme el sueño de las noches amanecidas.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

"No-Amor"


Nunca seré tu amor –había dicho mientras besaba mis rodillas.
Nunca en mi vida había visto una nuca más hermosa.
Nunca había sentido líquido más tibio sobre mis muslos.
(Nunca se había percatado de las agujas de tricot atravesándole el pulmón hasta el diafragma)

martes, 15 de noviembre de 2011

"Viajeros"


Nada podía hacer en contra de aquel sentimiento asfixiante, lo sabía.
Sintió las carnes entumecidas debajo de las nalgas-el río y sus duras rocas-pensó.
El olor del tabaco le llegaba dulce. Mientras fumaba, esperaba, la ansiedad era un calamar enredado en su garganta, entre toses secas y escupitajos maldecía su suerte aquella mañana.
 Siguió esperando.
Tiró la cabeza hacia atrás, achicó los ojos, el sol de la ribera subía lentamente.
-Es temprano- se dijo, quiso asegurarse, dobló el codo; 05:30.
Mientras más lo pensaba, más descabellada le parecía su decisión,
¿Que podría hacer para evitarlo? Era inútil, lo sabía.
La piel se le erizó, respirando con dificultad se puso de pié,
Aseguró haber vaciado los bolsillos, usó la mano derecha como visera,
Una lágrima escuálida resbalaba por su mejilla.
(No echaría de menos nada, al menos eso creía)
Miró a lo lejos, pequeñas ondas circulares empezaban a formarse en el centro del río.
Una sonrisa  estampó su semblante.
-Es hora-  se dijo, como aquel que  entiende que  el viaje empieza, acepta su destino.

(Sabía que era él, reconoció su cuerpo escamoso, brillante, tornasolado, el grito animalesco al tomarla en sus brazos y llevarla al fondo)

viernes, 30 de septiembre de 2011

“Discípulas”


Cristiano entró a la iglesia jadeante, entre los últimos bancos se acomodó como pudo. (Allí no lo encontrarían tan fácilmente)
Cerró los ojos e inspiró el aroma tenue del incienso quemándose (más una vez, solo tú y yo Señor, no me dejes verlas, no me dejes verlas, amén)
Intentó no mirar a los costados, sabía que estarían por ahí, en cualquier momento las pequeñas criaturas descarriadas poblarían el recinto sagrado.
(Ellas, siempre tan inapropiadas, con esos pequeños bustos incipientes y esos labios como cerezas, pequeñas diablitas dispuestas a seducirme, no cederé Señor, no cederé a la tentación, amén)
Sudaba, temblaba, absorbido en la tarea de juntar las manos, tratar de no pensar en “Ellas”.
Las campanas de la iglesia anunciaban la misa de las 7:00 hs.
Pronto sería demasiado tarde, demasiado tarde para arrepentirse.
(No cederé otra vez, no cederé Señor, no permitas que ellas vuelvan a embrujarme, no dejes que vuelva a probar esas carnes blandas, esa sangre tibia)
Poco a poco un corro de niñas iban empujándose al entrar, torpemente llegando hasta Cristiano, sacándolo de su estupor.
-¡Profesor!- dijo una pelirroja pecosa y le tendió la manita alcanzándole un chupetín- ¿Empezaremos pronto la catequesis?
Cristiano sonrió (Demasiado tarde, demasiado tarde Señor)

miércoles, 31 de agosto de 2011

"El podador"

Con un ¡Crack! La rama se desprendió del árbol y cayó estrepitosamente al suelo,
Elevando pequeñas partículas de polvo que motearon las páginas de mí libro.
(Abril y ni señales del tan ansiado Otoño)
El viejo podador levantó una ceja para admirar su obra,
Luego se volvió hacia mí con el sudor resbalando aun en la mano en busca de mi aprobación.
Despegué lentamente la vista de mi libro para mirar tímidamente al frondoso árbol de mora
Ahora mutilado, pelado, grotesco en toda su dimensión.
Le devolví un leve cabeceo en respuesta, apenas como un cumplido.
El viejo me estudió un rato con sus pequeños ojuelos, sacándose la mugrosa gorra y limpiándose la frente con el brazo moreno.
Esbozó algo muy parecido a una risa que hizo temblar a su nutrido bigote (me recordaba vagamente a un gran escobillón) Se dio por satisfecho, prosiguió en su labor.
Una tras otras las ramas iban cubriendo el piso del jardín.
Caían torpes, pesadas, muertas (Creí oír alaridos de los árboles al ser desmembrados)
Mansfield* no había logrado alienarme del todo.
Los mirtos, ficus, guayaberos…
¡Dios! ¡Qué desnudo había quedado el jardín!
Y el viejo seguía allí con su gran tijera podadora, riendo solo de forma abominable.
Cerré los ojos y demoré un poco en volver a abrirlos,
Cuando lo hice miré el desolador paisaje de miles de ramas descuartizadas,
Los árboles indefensos, sin brazos me entristecieron de sobremanera.
Entonces algo dentro de mí recordó que era otoño.
(Los árboles mutan en otoño, luego regresan esplendidos en primavera)
El viejo podador me observaba con un aire de irritación.
Me puse de pié de un salto (el libro fue a parar a sus pies)
Al escuchar su resoplido le regalé una de mis más francas sonrisas.                                            Agachándome lentamente fui cogiendo la gran tijera
(El sonido de la carne rasgándose fue lo ultimo que escuché)
Volví ruborizada a acurrucarme en el sillón recordando que era “otoño”
Y el vestido se me había manchado.Sonreí.
13/04/09

jueves, 16 de diciembre de 2010

"Arboles encendidos"

Deambular por el parque nocturno (ojos y ojos se posan sobre otros ojos desprevenidos).
 Estancados en un callejón  donde en la oscuridad brillan navajas anónimas.
(¡Ay! Angustia  y desesperación tomando el mismo taxi a las tres.)
Volver el cuello y sentir el escalofrío de no ver a nadie, sin embargo, presentirlo.
Sentir crujir las ramas de los árboles bajo nuestros pies (noche de vientos que susurran de forma fantasmagórica).
Una mano crispada, la otra cubriendo el rostro, dos cuerpos que no se reconocen entre tantas tinieblas.
¡Horror! En la yugular sentir el nylon  de la muerte, la última bocanada de aire, ver las estrellas algo borrosas confundidas entre los árboles (¿acaso como árboles encendidos?).

martes, 9 de noviembre de 2010

"Asilo"


-No te atrevas a encenderle ese cigarrillo-la voz chillona de mi hermana casi perforó mis tímpanos, entorné los ojos y bajé el encendedor derrotistamente, papá me miraba desde el fondo de sus ojos acuosos y estáticos, parecía que a pesar de su “diagnóstico” podríamos seguir comunicándonos como lo hacíamos siempre, solo que de esta vez no habían risas burlonas y el sol de la siesta lo dejaba con un aire más melancólico.
Enfundada en su gabán “burberry” y sus gafas enormes mí hermana estaba muy parecida a una abeja gigante, mientras parloteaba frenéticamente sobre las responsabilidades que de ahora en adelante significarían cuidar a papá. (Me parecía que al pronunciar esa palabra fruncía algo su respingada y empolvada nariz)
Tomé sus manos y deposité en una de ellas (sin que la bruja de mi hermana se dé por enterada) mi encendedor amarillo, se me ocurrió que el pobre casi sonreía de felicidad.
-Pero como te dije  Moira habrá que ver cómo hacemos con el tema de pagar este lugar que no es barato para nada-desde lejos me llegaban sus palabras con olor a Channel, dinero esto, dinero aquello, Edith solo sabía hablar de dinero.
Papá no hubiera querido terminar sus días en esta mohosa clínica, la partida de mamá lo había afectado de tal manera que ahora estar aquí le daba igual.
-Bueno yo me voy, cuida de que no tome mucho sol-hablaba como si él no estuviera allí, como se habla generalmente cuando están los niños. Se marchó.
-Ok-suspiré, me senté a su lado y encendí un cigarrillo, él se puso el suyo en la boca y temblequeando sus rugosas manos encendió el suyo, me miró por un rato, después de una bocanada ladeó la cabeza  y se quedó mirando mis manos.
-Me gustan tus manos Érica-dijo con voz carraspeada, (siempre me llamaba por mi segundo nombre no sé por qué, quizás porque mi  primer nombre era el mismo que el de mamá.)
-¿Pondrás violetas en el jarrón? La pieza es bastante oscura y me da miedo cuando viene ese enfermero gordo con sus pastillas…
Mi corazón estaba tan chico que no sabía cómo mirarlo, a él que me leía con ganas a Saint-Exupery  ( yo quería también ver al elefante al que se tragó la víbora)
Sentía que la siesta, la tarde, la noche…todo era tan igual allí, el tiempo era algo como una circunferencia, la serpiente que se traga su propia cola, ahora yo era papá cuidándome y él era yo con miedo a los enfermeros.
El banco era duro y el lapacho tapizaba el jardín con sus violetas flores, una brisa tibia me rozaba las mejillas, me gustaba el silencio de estar con él, el olor a su colonia y sus pantuflas de franela, sentir su hombro que tantas veces había sido mi lugar de desahogo.
Érica, mi niña pobre- el viejo había estado mirándome y me descubrió escudriñando el cielo lapislázuli.
Le acerqué la revista dominical que tenía en la falda y le di un beso sonoro en la calva, mientras extraía el frasco de mi bolsillo.
Me voy-dije mientras poniéndome de pié alisaba mi camisa.
¿Me traerás más cigarrillos? Aquí no me los quieren dar-dijo él como enfurruñado.
Si papito- le sonreí – ahora tómate tus medicinas- le dije dándole las pequeñas pastillas.
La toxina butolínica no tardaría en hacer con que su sistema nervioso por fin falle y deje de funcionar-En eso pensaba mientras me tomaba un cappuccino sobre la acera soleada del café Vienés.

martes, 2 de noviembre de 2010

"Simulacros"

La habitación está infestada de jóvenes y ni tanto, “hombres” en un contexto general, todos ríen, se codean, -congenian.
Reunidos en un espacio no del todo cómodo, sin embargo están extasiados,
Hasta se  puede sentir el aroma de sus testosteronas en el ambiente narcotizado.
El más fortachón de todos toma el control y carraspea sonoramente, todos hacen silencio, como si de una reverencia se tratase.
Un flaco de rostro anguloso atraviesa dificultosamente la pila de cuerpos apiñados en la pequeña sala y llega hasta él. Lo mira por sobre sus gruesas gafas de molduras y ensaya una media sonrisa.
Todos suspiran como si con esa actitud el tiempo se detuviera entre los dos “contrincantes”.
Nadie dice nada, todos esperan.
El fortachón analiza el semblante del desafiador y no se inmuta, simplemente le tira el control del “playstation”  y bafea.
Así comienza los sonidos repetitivos  de los dedos furiosos contra los botones.
Los ojos de todos están como hipnotizados con la  pantalla del televisor, sangre virtual se refleja en ellos.
Ansiosos, furiosos, así se los ve, hay algo de ritual en cada reunión de  juegos.

*Sin embargo yo sé la verdad, porque también fui uno de ellos, uno de esos aficionados, sé que lo que los mueve no son las ganas de jugar, son las ansias de dominar, de matar…de ser impunes.
Sé lo que corre por nuestras venas de negra sangre cuando el enemigo está ahí y el poder de su vida está en nuestras manos…
Hace 67 días, 1 hora y 3 minutos que he dejado de jugar,
No sé si me encontrarán aquí en este parque oscuro, pero lo que sí recuerdo es la cara de mi contrincante en la última batalla virtual que tuvimos, aunque su navaja  no parecía muy ficticia… ¿o no o recuerdo con claridad?

jueves, 26 de agosto de 2010

"El retorno"


La luna vomitaba su enfermiza luz sobre la arena castaña.
Toda esa inmensidad plateada cabía en sus ojos oblicuos en la noche. Él estaba solo, tan solo como quería.
Desde la fría piedra en la que se había desplomado oía el mar aturdirle.
 Extraña estela: su delgado cuerpo, su negra cabellera esparcida cual calamar muerto.
Del muelle le llegaba el aroma pútrido de madera y peces muertos,
Era el perfume de su angustia y él lo reconocía.
Revolvió los bolsillos y encontró el papel arrugado que contenía el motivo de su desesperanza.
-“Ella”-(suspiró)…
Ahora todo le parecía inútil y sin sentido.
Se incorporó lentamente, dentro del puño cerrado, el celuloide del olvido, el dolor echo líneas.
Ahogó un grito tomándose de las rodillas acercando la frente sobre ellas,
Aquello dolía, más de lo que él podía soportar.
El castañeo de sus dientes era una  melodía repetitiva, su cuerpo entero convulsionaba en una rabia antigua, una rabia tan poderosa que lo mantenía aún con vida.
El viento era espeso y salado, el  sentía como chicoteadas cada embuste de este sobre su rostro filoso.
Miró su reloj, como queriendo sopesar el tiempo.
Escudriñó el horizonte negro y vacío, algo en su interior iba creciendo y tomando forma.
De pronto vio una silueta  algo borrosa  que se acercaba de forma silenciosa.
Ladeo la cabeza, para su sorpresa pudo reconocerla rápidamente, era “ella”.
La reconocería en cualquier lugar, en cualquier mundo, en cualquier vida que le tocase volver a vivir.
Su piel clara era casi fosforescente, su cabello cobrizo flotaba irreal, tenía la misma ropa que la última vez que se vieron, en la mano izquierda portaba un relicario (él recordaba aquella pieza, le había regalado el último cumpleaños).
Aquellos ojos torturados lo miraron fijamente, el tiempo exacto de toda la eternidad en una fracción de segundos.
Trató de entenderla al menos por aquella vez, quería poder ser parte de aquello que la aquejaba, del horror que la recubría.
Pero no pudo articular ni una sola palabra.
Ella extendió el delgado brazo para alcanzarlo.
-¡No!- gritó él y de un salto se puso en pie.
-¡No!- volvió a gritar.
Toda su mente era una maraña de pensamientos incoherentes,
¿Por qué ella volvía?
¿Por qué ahora?
Aflojó lentamente el puño, miró el arrugado papel, luego la miró con lástima.
Ella entreabrió los labios y para su espanto de ellos un sonido gutural y nefasto brotó.
La vio aterrorizado disolverse en la castaña arena.
(Ahora lloraba tibia, amargamente; volvía a leer aquellas letras, aquel recorte del periódico maldito:
“Joven termina trágicamente con su vida, circunstancias aún no aclaradas.”)

domingo, 23 de mayo de 2010

"B"

(El otro lado, el lado invisible.

Es tan poroso, es casi espantoso.)

Recuerdo que solía ver las luciérnagas por las noches

Cuando buscábamos algo mejor que las horas para consumir.

Tú siempre me dejabas reposar mis orejas sobre tus hombros huesudos.

Y decías que las olas que llegaban a la orilla no sabían hacer el camino de regreso por eso morían en la playa.

Yo reía, porque reír siempre fue más práctico.

Más práctico y más eficaz.

Una vez me diste una piedra muy bonita,

La guardé en el bolsillo del lado izquierdo a la altura del corazón.


Recuerdo que una noche hacía tanto frío y tú estabas tan sin mí,

Te ofrecí versos, besos, vértigos…más nada de eso te fue suficiente.

Dijiste que como las olas no sabias el camino de regreso y yo solo te escuché.

Te escuché por miles y miles de veces en tantas otras noches,

Todas las noches en que volví a la misma playa donde una vez te suicidaste.

martes, 22 de diciembre de 2009

"El visitante"


Intenté contárselo desde un principio, lo juro.

Ella estaba allí en el suelo de la habitación, tenía aquella pollera aldeana con unos girasoles estampados que tanto me gustaban y sus rizos le caían cubriéndole el rostro, estaba absorta mirando un álbum de fotografías.
No sabía cómo empezar, estuve dando vueltas a su alrededor y tratando de encontrar las palabras para decírselo.
Quería contarle la verdad, el por qué real, quería que ella entendiera mis razones, pero ¿Cómo hacerlo?

Tenía los ojos cansados y suspiraba por ratos, por lo que la conocía sabía que estaba molesta y con los últimos tristes acontecimientos supongo que estaría más molesta conmigo que con cualquier otro mortal.

Estaba pensando abrazarla simplemente, sin decir nada.
Rodearla con mis brazos y sentir su dulce aroma de jazmín, su tibia piel.
Pero sospechaba que no lo merecía, no después de aquello.
Que injusta suelen ser a veces las decisiones que tomamos en un impulso,
Sin pensarlo acaso.
Entonces me quedé allí mirándola, mirando mis dedos blancos, deteriorándome por dentro, sintiendo todo el peso del pasado aplastándome.
Ella ladeó la cabeza y levantó la vista al fin.
Era el momento tendría que decirlo,
No habría aplazamiento,
Tendría que armarme de coraje,
Entonces extendí mis manos temblorosamente hacia ella
Y… ¡Horror!
Me asaltó la nefasta duda:
¿Podría verme? ¿Oírme acaso?
Ahora que estaba muerto, aquello era muy duro para mí.