Con un ¡Crack! La
rama se desprendió del árbol y cayó estrepitosamente al suelo,
Elevando pequeñas
partículas de polvo que motearon las páginas de mí libro.
(Abril y ni señales
del tan ansiado Otoño)
El viejo podador
levantó una ceja para admirar su obra,
Luego se volvió hacia
mí con el sudor resbalando aun en la mano en busca de mi aprobación.
Despegué lentamente
la vista de mi libro para mirar tímidamente al frondoso árbol de mora
Ahora mutilado,
pelado, grotesco en toda su dimensión.
Le devolví un leve cabeceo
en respuesta, apenas como un cumplido.
El viejo me estudió
un rato con sus pequeños ojuelos, sacándose la mugrosa gorra y limpiándose la
frente con el brazo moreno.
Esbozó algo muy
parecido a una risa que hizo temblar a su nutrido bigote (me recordaba
vagamente a un gran escobillón) Se dio por satisfecho, prosiguió en su labor.
Una tras otras las
ramas iban cubriendo el piso del jardín.
Caían torpes,
pesadas, muertas (Creí oír alaridos de los árboles al ser desmembrados)
Mansfield* no había
logrado alienarme del todo.
Los mirtos, ficus,
guayaberos…
¡Dios! ¡Qué desnudo
había quedado el jardín!
Y el viejo seguía
allí con su gran tijera podadora, riendo solo de forma abominable.
Cerré los ojos y
demoré un poco en volver a abrirlos,
Cuando lo hice miré el
desolador paisaje de miles de ramas descuartizadas,
Los árboles
indefensos, sin brazos me entristecieron de sobremanera.
Entonces algo dentro
de mí recordó que era otoño.
(Los árboles mutan en
otoño, luego regresan esplendidos en primavera)
El viejo podador me
observaba con un aire de irritación.
Me puse de pié de un
salto (el libro fue a parar a sus pies)
Al escuchar su
resoplido le regalé una de mis más francas sonrisas.
Agachándome lentamente fui cogiendo la
gran tijera
(El sonido de la
carne rasgándose fue lo ultimo que escuché)
Volví ruborizada a
acurrucarme en el sillón recordando que era “otoño”
Y el vestido se me
había manchado.Sonreí.
13/04/09
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