martes, 5 de junio de 2012

“La noche del último día del último invierno”


Miro; este infinito cielo que nos cubre (irónicamente nunca lo había visto así)
Hace frío y el vino desciende lentamente hasta nuestras conciencias, nos abriga.
(¡Pavor! mi piel entera lo siente)
El pastizal brilla con esa incandescencia que le da el invierno, la tierra bajo mis pies en cada impulso que tomo para volver a columpiarme  va haciéndose más viscosa.
A mi lado siento que también te deslizas, te columpias, ríes. Todo eso lo haces de manera aleatoria, sé que tu cuerpo está allí, pulsando, lleno de espantos, eres tan joven, frágil - me digo- tus pies en la misma tierra húmeda que está susténtanos/es de noche y todo vibra en un tono que no alcanzo a distinguir (tanto es el terror)
Rio también, es justo –supongo- quizás porque esta noche no me la esperaba, no así, no con tanto horror de por medio.
A lo lejos las sirenas suenan, repetitivamente (esa fúnebre melodía)
Otras parejas también buscaron abrigo en este parque (al cabo que somos predecibles en materia de “últimos instantes”)
¿Ya es tarde? Quiero que lo sea, es absolutamente necesario que sea lo suficientemente tarde para olvidarnos  de todo/s  lo/s  que dejamos atrás.
Sabemos (o tratamos de hacerlo) que vendrán, no nos dejarán aquí… solo de pensarlo, la desesperación entorpece mis sentidos.
Fumo un cigarrillo mientras te doy un beso- por las dudas-no sea cosa que nos encuentren desprevenidos, sin habernos al menos dicho las cosas patéticas que se dicen los que se quieren cuando son conscientes de que aquel es el último instante, el último vaso, el último tacto.
Mi respiración va agitándose, mientras trato de concentrarme solo en tu rostro pálido y perfecto, trato de hacerlo pero veo como tus pupilas dilatadas me exigen una respuesta, una respuesta que no tengo yo, no la tiene nadie…
El parque entero parece llorar con nosotros, sus lúgubres faroles de anoréxicas luces, sus pastizales enfermizos. Las parejas (algunos con niños) son bultos horripilantes en las penumbras, entre destartalados columpios y fuentes mohosas.
*Recuerdo que una vez me preguntaste como lucirían “Ellos” y reímos hasta desternillarnos ¿que sabíamos entonces? ¿Que sabemos ahora?
No importa-me digo mientras busco tu mano tibia, estas tiritando, no es el frio, lo sé.
Te doy una caricia tímida sobre las mejillas,  luego te vuelvo a besar, lo hago desesperadamente, correspondes con la misma necesidad de no apartarme, de creer que es lo único que puedes hacer ahora que sabemos nuestros destinos.
*A lo lejos un niño grita, un largo y espantoso grito, que no se puede, no se debe describir.
Vienen-me dices susurrando, tan cerca tus labios que puedo sentir sus jadeos disimulados, clavo las uñas en tus muslos mientras lloro, primero bajo luego desconsoladamente y te ciño a mi cuerpo.
La última cosa que veo son las sombras, esas largas y finas sombras que van rodeando el parque, luego solo la luz, la luz que todo extingue.

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