viernes, 6 de abril de 2012

"De las carnes"

Al atardecer, con los pies descalzos sobre las frías baldosas Melina sentía un entumecimiento consabido en su cuerpo delgado.
Las náuseas habían empezado unos días atrás.
 Desde entonces volvió a revivir cada instante del horror, como autoflagelo.
Todas las madrugadas eran una, la misma en que su pelvis estrujada contra la pared de ladrillos ásperos, la misma en que el gusto de formol en su mordaza.
 Trastornos, el descubrimiento de ese  “algo”.
Melina desvelada aguardando aquellos ángeles de tiza que en sus dorados barcos la salvarán más allá de esa fuente de dolor, más allá de ese amor.
Toma el frasco y se dirige al lavado.
Vuelve a la cama y duerme el sueño de las noches amanecidas.

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