Él lo veía venir, desde lo más
profundo de sus huesos.
La apatía que se había instalado en
su estructura molecular era antiquísima,
Más que su propia inmortalidad.
Le sorprendió no sentir antipatía al
mirar por la ventana donde bultos oscuros preñaban el cielo anunciando
tormenta.
No dejaría que aquella ataraxia
dictaminara su humor-Pensó ceñudo.
Aunque sospechase que era
exactamente eso lo que le irritaba de sobremanera.
Le afectaba el hecho de no poder
salir de aquel estupor, el ignorar.
¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo? Se
preguntaba retóricamente, absurdamente.
La vida, su vida, tan infinita como
la propia muerte que nunca llegaría.
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